¿Para qué sirve la educación?

Lo que la escuela debería enseñar a favor de una vida ecológicamente alfabetizada y regenerativa

POR DARCIA NARVÁEZ, PHD, 2 DE ABRIL DE 2023

El libro de David Orr (1994), Earth in Mind: On Education, Environment, and the Human Prospect (Con la Tierra en mente: Sobre educación, ambiente y la perspectiva humana), parece tan pertinente hoy como cuando se publicó por primera vez hace unas décadas. La escuela no está haciendso lo que la sociedad y la niñez necesita. Nos enfrentamos a una destrucción ecológica planetaria sin precedentes y a la desconexión del ser humano de sí mismo, de los demás y de la naturaleza. Orr advirtió que la escolarización era una de las principales causas de estos problemas.

Sin una cuidadosa atención a cómo se organiza la educación escolar, advirtió Orr:

“Sin precauciones significativas, la educación puede equipar a las personas simplemente para vandalizar más eficazmente a la Tierra. Si se escucha con atención, hasta puede oírse el gemido de la Creación cada año a finales de mayo, cuando se lanza a la biosfera otra hornada de Homo sapiens inteligentes, titulados, pero ecológicamente analfabetos y ansiosos de éxito” (Orr, 1994, p. 5).

Orr señala que debemos recordar siempre que los arquitectos del Holocausto nazi eran hombres muy instruidos, cuya educación, según Elie Wiesel (1990), enfatizaba… 

“teorías en vez de valores, conceptos más que seres humanos, abstracción más que discernimiento, respuestas en lugar de preguntas, ideología y eficiencia en vez de conciencia”.

En mi experiencia como profesora y maestra, demasiadas disciplinas y cursos de educación primaria, secundaria y superior coinciden con esta triste descripción.

Analizando cómo la cultura y la educación contemporáneas se han descarriado,  Orr identificó seis mitos.

Mito 1: La ignorancia tiene solución. En verdad, la ignorancia forma parte de la condición humana. La humanidad no puede comprender el mundo en su totalidad. (Recordemos, p.ej., que los seres humanos sólo pueden oír una parte del espectro sonoro, sólo ven una parte del espectro luminoso y no pueden ver la materia oscura que comprende la mayor parte del universo).

Mito 2: La humanidad puede adquirir suficientes conocimientos y tecnologías para “gestionar” la Tierra. La educación superior a menudo persigue este objetivo. (Desde luego, la gente no puede gestionar el clima, como lo muestra el hecho de que la alteración del clima o el abizarramiento global se estén volviendo habituales). Orr sugiere que el objetivo más realista es gestionar los deseos humanos, las economías, las comunidades y la política. Esto implica adaptar nuestros deseos y acciones al carácter finito de nuestro planeta.

Mito 3: El conocimiento humano está aumentando y, como parte de ello, los seres humanos están mejorando. En realidad, algunos tipos de conocimiento están aumentando, pero basándose en la revisión de la educación superior realizada por el historiador Page Smith (1990), Orr afirma que la mayor parte de la investigación en las universidades no proporciona beneficios medibles a nadie ni a nada. Es un problema común que se confundan los datos con el conocimiento, y la astucia (centrada en métodos y objetivos a corto plazo) con la inteligencia (orientada hacia la totalidad y a largo plazo). Al mismo tiempo, muchos tipos de conocimiento están disminuyendo; por ejemplo, el conocimiento ecológico está en continuo declive en los países económicamente ricos

También podemos señalar que el conocimiento local que nos legaron nuestros antepasados está siendo prácticamente erradicado, a medida que los pueblos indígenas han sido eliminados o expulsados de sus tierras ancestrales. Ellos desarrollaron un saber sobre la salud ambiental de sus localidades, que la mayoría de la gente hoy en día no tiene (Nelson, 2008).

Mito 4: La humanidad puede restaurar lo que ha desmantelado. En términos educativos, esto significa que el alumnado podrá de alguna manera reintegrar lo que la separación de asignaturas en el plan de estudios fragmenta. Por supuesto, esto rara vez ocurre, por lo cual los estudiantes más calificados operan en sus especialidades sin atender a la unidad de las cosas, a las consecuencias para el planeta o a su personalidad (nuestras decisiones forjan nuestro carácter). En consecuencia, los profesionales han llevado a la humanidad más que nada a envenenar masivamente el aire, el agua y el suelo; a destruir la diversidad biocultural; y a desestabilizar los ecosistemas y el clima planetarios. Además, debido a una educación incompleta, se ha hecho creer a la humanidad que somos mucho más ricos de lo que realmente somos.

Mito 5: El propósito de la educación es el éxito monetario (movilidad ascendente). Orr señala: “Lo cierto es que el planeta no necesita más personas exitosas. Pero sí necesita desesperadamente más pacificadores, sanadores, restauradores, narradores y amantes de todo tipo. Necesita personas que sepan vivir bien en sus respectivos lugares. Necesita personas con coraje moral dispuestas a unirse a la lucha para hacer del mundo un lugar habitable y humano. Y estas cualidades tienen poco que ver con el éxito tal y como lo ha definido nuestra cultura” (p. 12).

Mito 6: Nuestra cultura es la cumbre de los logros humanos. En verdad, señala Orr, el capitalismo destruye la moralidad al hacer que todo gire en torno al dinero y la eficiencia, barriendo la biodiversidad del planeta, la diversidad cultural y las moralidades de bondad y compasión. De hecho, las personas educadas nos han llevado a la sexta extinción masiva (Kolbert, 2014).

Examinando las vidas de personas muy cultas que utilizaron su inteligencia para crear sistemas con los que cometer genocidios (p.ej., Albert Speer, Ministro de Armamento de Hitler), Orr advierte de lo peligrosa que puede ser la escolarización, especialmente cuando en el resto de la experiencia de los niños faltan amistades íntimas y contacto con el mundo natural.

Peligro 1: Uno de los principales peligros es que los jóvenes encuentren una carrera antes de encontrar una vocación que frene y canalice su ambición. Así se centrarán en ganarse la vida antes de descubrir quiénes son, cuáles son sus dones y cuál es la mejor manera de utilizarlos. En las sociedades tradicionales, la educación se centra en descubrir y perfeccionar los dones del individuo.

Peligro 2: La escolarización probablemente va a dejar como impronta una visión fragmentada del mundo, acorde con la mentalidad desconectada del mundo que proporciona el plan de estudios. Los graduados se van a convertir en técnicos moralmente estériles.

Peligro 3: La escolarización puede estropear el sentido de la admiración, “la pura y simple alegría ante la creación” al “reducir el aprendizaje a rutinas y memorización, con un exceso de abstracciones divorciadas de la experiencia vivida, un plan de estudios aburrido, humillaciones, demasiadas normas, dando una importancia exagerada a las calificaciones, con demasiada televisión y demasiados ordenadores, con demasiado aprendizaje bajo techo y, sobre todo, al sofocar los sentimientos de los que nace el sentido de admiración” (Orr, pp. 23-24). La admiración se basa en la confianza de que el mundo es un lugar esencialmente amistoso en donde uno puede darse el lujo de sentir. Por ello la admiración  es frágil; fácilmente se le puede aplastar y reemplazar por el cinismo.

Para contrarrestar tales peligros Orr sugiere que la educación siga seis principios, que concuerdan con una cosmovisión “famicéntrica” (Topa y Narváez, 2022).

Principio 1: Toda educación es educación ambiental. Todos los aspectos del currículo deberían abordar las leyes de la ecología y la interdependencia, incluyendo la sostenibilidad y la ética medioambiental. Todos los estudiantes deberían ser conscientes de su pertenencia y sus responsabilidades en distintos sistemas ecológicos. Todos los cursos deberían incluir la mejora de la “inteligencia de diseño ecológico”, “la capacidad de comprender el contexto ecológico en el que viven los seres humanos, de reconocer los límites y de acertar con la escala de las cosas. Se trata de la capacidad de calibrar los propósitos humanos con las limitaciones naturales y de hacerlo con gracia y economía” (p. 2). 

Principio 2: El objetivo de la educación es el dominio de uno mismo (la antigua Paideia griega). Una asignatura es tan solo una herramienta para alcanzar este objetivo. En general, se trata de aprender el arte de vivir bien en donde estés.

Principio 3: El conocimiento va acompañado de la responsabilidad de utilizarlo adecuadamente. Los objetivos de la educación deben ser formas de vida que mantengan familias y comunidades sanas y estables, así como un trabajo digno que, en la medida de lo posible, restaure los daños hechos a los ecosistemas.

Principio 4: Conocer algo significa comprender sus efectos sobre las personas y las comunidades. Las ideologías de “rentabilidad” o de “eficiencia”, aprendidas en las escuelas de negocios, han destruido muchas comunidades en Estados Unidos y en el mundo. Orr señala algo que sigue siendo cierto, “seguimos educando a los jóvenes como si no hubiese una emergencia planetaria” (p. 27). 

Principio 5: Los educadores, los administradores y sus instituciones son modelos de integridad, cuidado y responsabilidad en las formas descritas. La verdadera inteligencia es integradora, no astuta y rápida, sino algo que requiere tiempo, para poder reflexionar holísticamente y con una imaginación moral que adopte, con empatía, la perspectiva de todos y de todo lo que pueda verse afectado por las propias acciones.

Principio 6: El aprendizaje es activo (no se produce escuchando charlas nada más). Los niños necesitan saber de primera mano cómo conectar mente, destrezas y vida holística con toda la gama de capacidades humanas, fomentando la resiliencia para vivir haciendo frente a todo tipo de circunstancias.

Por último, al igual que otros defensores de la infancia contemporáneos (por ejemplo, Louv, 2005), Orr hizo hincapié en la conexión de la infancia con la naturaleza (biofilia; Fromm, 1973) —el amor por todos los seres vivos—. Aunque la escolarización no siempre fomenta este aspecto del buen vivir en la Tierra, los padres y las comunidades pueden proporcionar las experiencias de libertad de movimientos e inmersión en la naturaleza que ayudan a los niños y niñas a entretejerse con el paisaje. Para empezar a cultivar la biofilia, EcoAttachment.Dance sugiere sencillas actividades diarias (para un total de 28 días). Sin importar dónde viva tu familia, puden ayudarse a ustedes mismos y a otros a desarrollar la conexión con la naturaleza y la sabiduría ecológica.

Referencias

Fromm, E. (1973). The Anatomy of Human Destructiveness. New York: Henry Holt.

Kolbert, E. (2014). The sixth extinction: An unnatural history. New York, NY: Henry Holt.

Louv, R. (2005). Last child in the woods: Saving our children from Nature Deficit Disorder. New York: Workman.

Nelson, M.K. (Ed.) (2008). Original instructions: Indigenous teachings for a sustainable future. Rochester, VT: Bear & Co.

Orr, D. (1994). Earth in Mind: On Education, Environment, and the Human Prospect. Washington, D.C.:  Island Press.

Smith, P. (1990). Killing the Spirit. New York: Viking.

Topa, W. (Four Arrows), & Narvaez, D. (2022). Restoring the kinship worldview: Indigenous voices introduce 28 precepts for rebalancing life on planet earth. North Atlantic Books.

Wiesel, E. (1990). Remarks before the Global Forum. Moscow.

Footnotes

(1) Global weirding, en el original, en alusión a global warming, con lo cual se procura enfatizar no solo la idea de un calentamiento global sino también los eventos climáticos extremos y la disrupción de los patrones típicos en la flora y en la fauna (NdT).

(2) Kinship worldview en el original (NdT). 

 

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