Nutrir el ingenio de los niños mediante la conexión con la naturaleza

Cultivar nuestra humanidad requiere una inmersión en la naturaleza.

POR DARCIA NARVAEZ, PHD  12 DE ABRIL DE 2023

Uno de los aspectos más importantes del crecimiento de un ser humano es el establecimiento de una profunda conexión con la Tierra, que ayude a los niños y niñas a enamorarse de su paisaje. En las últimas décadas, muchos niños (y adultos) han perdido esa oportunidad por pasar demasiado tiempo entre cuatro paredes, frente a pantallas, alejados de un entorno viviente y silvestre. Como resultado, la vinculación afectiva y la inteligencia receptiva necesarias para convivir con otras especies no se desarrollan lo suficiente como para generar una sensación de comunidad con el paisaje. La inteligencia receptiva incluye la camaradería y la convivencia con los demás seres vivos y sensibles de la comunidad terrestre.

Crecer entre cuatro paredes o en medio de pantallas constituye una forma de pobreza desconocida para nuestros antepasados. La extinción de la experiencia (término acuñado por Robert Michael Pyle), que incluye la falta de experiencias propias de nuestro “nido evolucionado”, así como la falta de inmersión en la naturaleza, que contribuyen a una sensación generalizada de desconexión, es moneda corriente en las sociedades industrializadas. Una infancia desnaturalizada conduce a una adultez frágil, desconectada de la naturaleza, de los demás y de uno mismo. Así la gente se acostumbra a los entornos, a menudo feos y empobrecidos, creados por el hombre. Se va volviendo ciega ante el deterioro del hábitat que le rodea, sin echar de menos lo que nunca han experimentado

directamente: por ejemplo, la belleza de un coro o diversidad de cantos de pájaros, o la majestuosidad de un bosque intacto.

Además, cuando la escolarización ignora el lugar o el paisaje donde los niños están aprendiendo, les enseña que el entorno no importa. Que  la naturaleza toda carece de importancia y puede ignorarse sin problema. (Véase también mi post “Para qué sirve la educación”). 

La naturaleza ayuda a criarnos. Recordemos que los humanos formamos parte de una familia planetaria de miles de millones de años, con multitud de individuos que interactúan fluidamente. Apartados del mundo natural no somos plenamente humanos. Sin un vínculo psíquico con la naturaleza nos reducimos a cáscaras de nuestro yo potencial. La belleza del mundo silvestre nos cautiva y nos ayuda a aprender cómo adaptarnos a las diferencias, a la variedad sensorial y a circunstancias cambiantes. Nos adaptamos a los cambios de estación y aprendemos a vestirnos y movernos adecuadamente según el tiempo, en lugar de ajustar el termostato.

La naturaleza es la cuna de nuestra felicidad. Con una educación basada en el entorno, aprendemos de nuestro paisaje y de sus cambios a través de las estaciones, atendiendo al bienestar de las plantas y animales que alberga. Sentimos cómo nos entrelazamos con el mundo natural que nos rodea. El viento y el sol tocan nuestra piel. Con permiso, tocamos a nuestros parientes, los árboles y las plantas. Nuestros pies bailan sobre la tierra, incluso sobre el concreto o asfalto construidos a partir de la tierra.

La naturaleza es una presencia relacional y unitaria, lo único que necesitamos es abrirnos a ella. Sintonizar con la naturaleza significa entrar en el flujo del ser en el que los animales, las plantas y los vientos existen juntos. Los niños vienen predispuestos a abrirse y percibir de modo holístico. Necesitan gozar de cierta libertad en medio de la naturaleza, junto con una orientación y acompañamiento entusiastas, para desarrollar plenamente su comprensión intuitiva de la naturaleza, su mente animal. La mente animal tiene miles de millones de años y su ingenio es inherente a todos nosotros.

A continuación algunas ideas concretas:

  • Llevar a los niños y niñas por el mundo natural, llamando su atención sobre sus distintos aspectos: la luna, un colibrí, la corteza de un árbol.
  • Ir con los bebés al aire libre, donde puedan observar cómo juega la naturaleza: las luces y sombras, la brisa que interactúa con árboles y arbustos, los pájaros y los insectos.
  • Deje que los niños exploren las entidades de la naturaleza. Permítales tocar y sentir (¡y vincularse!)
  • Hacia los cuatro años, empiece a enviar a los niños al aire libre con preguntas o tareas. “Encuéntrame” una hoja de roble, un piñón, una piedra bonita. En las zonas con abundante vida silvestre, puede ser una rana o un insecto (proporcione un frasquito),  y después de hablar de lo que encontró, pida al niño o niña que devuelva el animal al lugar donde le fue brindado.
  • Manténgase receptivo a lo que los niños cuentan sobre sus avistamientos o aventuras. Escuche con entusiasmo, sin juzgar. Anímele a representar su aventura con todo el cuerpo.
  • Fomente las experiencias multisensoriales más que nombrar, etiquetar y fragmentar el mundo natural en objetos. Pregunte: ¿Qué has oído? ¿Qué has sentido con los pies? ¿Qué has olido? ¿A quién has visto? Los niños suelen ver a los animales como individuos activos, no como miembros de una categoría. Fomente ese conocimiento personal. Deje que los niños experimenten una ciencia de conjuntos en lugar de una ciencia de partes.
  • En general, deje que los niños jueguen al aire libre sin supervisión, a ser posible con otros niños de variadas edades. No les vigile demasiado de cerca, para no impedir que corran algunos riesgos, que es algo que necesitan hacer.
  • Durante la infancia y la adolescencia, les puede enseñar técnicas de supervivencia en la naturaleza (Long, 2011). Pueden aprender competencias que refuercen su confianza en sí mismos y su capacidad para vivir en la Tierra, más allá de nuestra existencia entre muros.

Todos estamos predestinados a conectar con el mundo natural y a desarrollar nuestra energía e inteligencia. Eso es algo que podemos hacer en cualquier momento de la vida, pero es especialmente importante para los niños y niñas, pues sus cerebros y sentidos corporales se encuentran en pleno desarrollo. Esa vitalidad interior, propia de una conexión profunda, se activa con los nutrientes adecuados, que incluyen: (1) aventuras extensas e ininterrumpidas en un ambiente silvestre o similar; (2) alguien que escuche sus historias con entusiasmo; (3) un guía que les haga preguntas que abran o amplíen sus sentidos, y que fomente más aventuras y respetuosas interacciones con lo más-que-humano.

Eduquemos a la generación alfa para que crezca en responsable conexión con la naturaleza. Salvémosles de vivir sus vidas atrapados en pantallas. Salvémosles de la desesperación.

Referencias

Bowman, K. (2021). Grow wild: The whole-child, whole-family Nature-rich guide to moving more. Propriometrics Press.

Cohen, R.P. (2011). 15 minutes outside: 365 ways to get out of the house and connect with your kids. Naperville, IL: Sourcebooks.

Long, D. (2011). Survivor kid: A practical guide to wilderness survival. Chicago Review Press.

Louv, R. (2005). Last child in the woods: Saving our children from Nature Deficit Disorder. New York: Workman.

Louv, R. (2016). Vitamin N: The Essential Guide to a Nature-Rich Life: 500 Ways to Enrich Your Family’s Health & Happiness. Chapel Hill, NC: Algonquin Books.

Sampson, Scott D. (2015). How to raise a wild child: The art and science of falling in love with Nature. New York: Houghton Mifflin Harcourt.

Sobel, D. (2011). Wild play: Parenting adventures in the great outdoors. San Francisco: Sierra Club Books.

Young, J., Haas, E., & McGown, E. (2010). Coyote’s guide to connecting with nature, 2nd ed.. Santa Cruz, CA: Owlink Media.

Otros sitios web de interés:

https://www.davidsobelauthor.com/davidsobelbooks

https://www.internationalschoolgrounds.org/

https://www.greenschoolyards.org/

https://www.greenschoolyards.org/blog/tag/schoolyard

 

Footnotes

(1) El “nido evolucionado” se refiere al ambiente óptimo para el crecimiento de los seres humanos, heredado de nuestros ancestros cazadores y recolectores. El mismo incluye entre 2 y 5 años de lactancia materna, contacto físico casi constante, sensibilidad a las necesidades del bebé, múltiples adultos involucrados en la crianza, juego libre con compañeros de distintas edades, experiencias perinatales apacibles y en general un clima social acogedor y positivo. Características típicas del ambiente donde el género humano ha vivivo durante el 99% de su existencia.

Leave A Reply

Your email address will not be published.